“Pionera podría ser la palabra que mejor describe a Ximena Restrepo. No a la esposa, amiga y madre, sino a la deportista. En Barcelona 1992 fue la primera colombiana en ganar una medalla olímpica y hace un par de meses se convirtió en la vicepresidenta de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (World Athletics). Nunca una mujer había accedido a un cargo tan alto dentro de la dirigencia del deporte base.

Ese logro, sin embargo, es el resultado de una vida dedicada a la actividad física en diferentes facetas. Muy chiquita, en su natal Medellín, Ximena afrontó sus primeros desafíos y aprendió lo que eran la disciplina y la templanza. Minero se llamaba el caballo al que dominó como jinete, con carácter y firmeza. Pero la equitación no era lo suyo. Tampoco el baloncesto, que practicó en el bachillerato, en el colegio Marymount.

“Siempre fui una niña con las opiniones claras, con cierto liderazgo, pero me fui formando de a poquito a medida que maduraba. Tenía las capacidades, las condiciones para asumir responsabilidades, y eso con el tiempo ha ido evolucionando”, explica. A los 14 años de edad ingresó a la Liga de Atletismo de Antioquia por invitación de la entrenadora Emperatriz González, quien le vio potencial para las pruebas de velocidad. Y no estaba equivocada: al año siguiente ganó medalla de oro en los 200 metros de los Juegos Bolivarianos en Ambato (Ecuador). Allí comenzó su larga historia de triunfos.

Su nivel le permitió ir al primer Mundial Juvenil, en Atenas, en 1986, en el que llegó a semifinales, y luego clasificar a los Juegos Olímpicos de Seúl, en 1988. En todos los eventos continentales estaba siempre en los podios, por lo que fue becada por la Universidad de Nebraska, en Estados Unidos, en donde estudió comunicación social. “Esa preparación me ha servido mucho. Es muy importante poder llegarle a la gente, hacerse entender, dar a conocer las ideas, las creencias”, explica.

Llegó después su mejor momento como deportista. En los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 obtuvo la medalla de bronce en los 400 metros planos. Fue el momento cumbre de su carrera y, aunque después siguió ganando competencias, se quedó con las ganas de volver a brillar en una Olimpiada o un Mundial. Sufrió una lesión crónica de la espalda que la obligó a retirarse después de las justas de Sídney 2000.

Ya entonces estaba casada con el lanzador de bala chileno Gert Weil, con quien formó un hogar del que nacieron Martina y Franka. Radicada en Santiago de Chile, inició una nueva vida como entrenadora y dirigente. “Comencé como directiva del Club Deportivo Universidad Católica, en la rama de atletismo, una organización muy chiquita. Después pasé a la Federación Chilena y ahora con la IAAF, que cambió de nombre y es la World Athletics. Ha sido un proceso lento, tranquilo, pero seguro”.

Después de haberle dado varias veces la vuelta al mundo gracias al deporte, y con la madurez de sus 50 años muy bien vividos, la antioqueña acude a su amplia experiencia para explicar que “hacer las cosas bien, en cualquiera que sea el rol, cuesta trabajo. Todo tiene su dificultad, sus retos, sus riesgos, sus necesidades. Llegar a la élite como atleta, entrenador o dirigente demanda mucho sacrificio. En todas esas facetas se requieren pasión, dedicación, esfuerzo e inteligencia”.

Esas son, pues, las virtudes que la han llevado a ser una de las máximas dirigentes deportivas del mundo. “Mi nombramiento es una muestra de la apertura de World Athletics y el impulso que les está dando a las mujeres. Es importante porque voy a tener a mucha gente mirándome y viendo cómo me manejo en la directiva. Aunque en este cargo hay que tener una visión global, me gustaría poder ayudar a mi región, pues siento que Suramérica es el área más subdesarrollada en el atletismo. El margen de acción que tengo no es demasiado grande, pero debo saber moverme y ser inteligente para aprovechar las oportunidades que se van dando y hablar con las personas indicadas para hacer realidad los proyectos. Me gustaría organizar un circuito de competencias en Suramérica, un Continental Tour, para tener muchos y buenos campeonatos y que nuestros atletas tengan fogueo aquí mismo y no se vean obligados a viajar tanto a Europa, pues no hay recursos ni tiempo”.

Ximena no descarta volver a radicarse en Colombia, aunque admite que nunca ha pensado en eso con mucha seriedad. Eso sí, ahora la posibilidad está más cerca que nunca, porque sus hijas ya están más grandes e independientes. “Tendrían que darse circunstancias muy especiales para que yo me vaya de Chile, pero nunca se cierra esa puerta”, dice confiada en que, independientemente del lugar en el que esté, lo verdaderamente importante es lo que pueda aportarle al deporte en el que ha sido pionera”. (Tomado de El Espectador, diciembre 7 de 2019)